Es muy recomendable detenerse un poco a reflexionar sobre nuestra alimentación y nutrición. Pero a diferencia de lo que se suele pedir, esta vez pensemos en todo lo que se dice acerca de los alimentos: sus mitos y habladurías.
Sin duda, algunos de ellos tienen algo de cierto, pero el boca a boca ha hecho que lo que pudo comenzar como una experiencia de nuestros ancestros (y no tanto), se haya tegiversado hasta el punto de convertirse en un cuento propio de autores fantásticos y de ciencia ficción.
El boca a boca siempre ha sido y será muy poderoso y por tanto, peligroso. Estas historias van matizándose, llenándose de datos inventados a partir de suposiciones (o no) que hacen que la memoria colectiva de nuestra sociedad los dé por ciertos. Son los mitos sobre los alimentos, tan arraigados en nuestra cultura, y que damos por cierto simplemente por el hecho de que "todo el mundo lo sabe". Mitos como el de "las vitaminas que vuelan del zumo"; el orden en el que debemos tomar la leche y el zumo de naranja en el desayuno; maravillosos alimentos que hacen adelgazar, esas dietas antinaturales que adegalzan en días a base de melón, sandía o piña; lo malos que son los congelados; o que lo nervios engordan, son ya parte de nuestro "saber popular" y como si de un refrán se tratara, se lo escuchamos decir a nuestras abuelas, a nuestras madres y, claro está, se lo diremos a nuestros hijos.
Pero, ¿qué tienen de cierto?. Al inicio del párrafo anterior comentaba que algunos pueden tener algo de cierto. En mi opinión, estos mitos provienen en gran medida de la propia experiencia de nuestros antepasados (de no hace mucho)... y otros, más actuales, de la inexperiencia. Pongamos de ejemplo uno de estos mitos: el orden del zumo y la leche. Seguro que nuestros antepasados se dieron pronto cuenta que si mezclamos zumo de naranja con leche, esta se corta (es un ácido que desnaturaliza las proteínas de la leche, separando el suero de la parte sólida). También, seguro, se había observado que cuando se vomitaba después de haber ingerido leche, está estaba cortada (especialmente por el olor). Bastaría solo unir ambos sucesos (que en realidad tienen la misma causa) para lanzar una hipótesis: "si el zumo corta la leche, si se toma leche y después el zumo... se cortará (¿o era al revés?)". De cajón. Este hecho irrefutable era transmitido al entorno, y pronto convertido en una verdadera Ley: la ley del orden correcto de toma de leche y zumo. Al ser tan evidente, nadie pensó en lo que realmente ocurre en el estómago (la leche se cortará igualmente debido a los jugos estomacales), y en realidad, no importa ya que difícilmente podíamos convencer a nuestros abuelos de que el orden no importa, y que no pasa nada... la autosugestión les haría no aceptar la realidad.
Pienso que los mitos son consecuencia de esto, trasladar una información errónea (pero cierta para su emisor), que puede ser fácilmente explicada y que difunde como la pólvora, y esto, trasladado a nuestra sociedad actual (con whatsapp, televisión, facebook, etc.) donde una idea puede pasar en cuestión de minutos por miles de personas que la transformarán, le añadirán matices e incluso casos que pueden jurar conocen personalmente, es tremendamente peligroso. Y no nos olvidemos del sensacionalismo que pueden llevar asociados en algunos casos y que la prensa sesga para convertirlos en otra cosa que termina en bulo-mito (véase el último caso de las carnes rojas) De ahí que, como docentes, debamos pararnos un poco a reflexionar sobre los mismos, no estando de más comentar algunos casos a modo de cotilleo en nuestras calses para que, como la pólvora, podamos contrarrestar el daño que pueden llegar a hacer. Y digo daño, porque que levante la mano aquel que no se ha bebido el zumo casi atragantándose ante los gritos de nuestra madre de "bébetelo ya que se vuelan las vitaminas".
Y que conste que, aunque mitos son.... personalmente me encantan, porque forman parte ya de nuestra cultura.
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